Por Dr. Juan Bautista Rodríguez Uribe
El nuevo paradigma que supone la integración de las IA en el sistema educativo, tal como lo fuera hace unas décadas la aparición de las entonces denominadas NTICs (Nuevas Tecnologías de la Información y las Comunicaciones, hoy conocidas como TIC), representa un desafío para el cual adolecemos de altura académica, disciplinar y pedagógica pertinente, al igual que otrora. No pocos y pocas docentes ostentan y pregonan el «agobio» como una máxima a todo evento. Los niveles de productividad docente , aún con horario no lectivo garantizado, no sólo son limitados, sino que además carentes de un estándar de calidad, sustentabilidad y rigor académico que se precie de vivir y ser educador en el siglo XXI. Por tanto, antes de la alfabetización digital necesaria, se requiere tener las competencias pedagógicas para desarrollar el currículum y el conocimiento acabado de las asignaturas y disciplinas que se imparten. Conocer los planes de mejoramiento educativo de la institución en que se trabaja, ser parte del diseño y ejecución de sus planes normativos y saber interpretar los datos de instrumentos como el DIA , el SIMCE, PISA, entre tantos, para formular estrategias de mejoramiento y planificar proyectos pedagógicos colaborativos, interdisciplinarios e idealmente en metodologías como el ABP ( aprendizaje basado en proyectos ). Pero «nunca hay tiempo» (…).
Tal como lo dijera y cantara tan bellamente Alfredo Zitarrosa: “puedo enseñarte a volar, pero no seguirte el vuelo” mi experiencia con la IA es y seguirá siendo espero por mucho, una alianza finita y circunstancial. Me sirvo académicamente de ella tanto en la escuela como en la universidad. Resuelvo temas de manera instantánea, que otrora me hubiese tomado bastante tiempo y energías. Sin embargo, sigue siendo fundamental mi capacidad de resolver problemas, mis habilidades intelectuales y mi pensamiento divergente, tanto como el manejo de las disciplinas que ostento enseñar a mis estudiantes. Sin lo anterior la IA sería como un «geoglifo egipcio para un Selknam» . Por eso esta tecnología de punta mantiene su condición de «recurso» sofisticado y multifacético, pero aún no imprescindible. No me da todas las soluciones. En cada proyecto debo hacer ajustes y correcciones, pero a su vez me impulsa a innovar más y subir el estándar en cada evento en que nos juntamos a crear.
La creación de un «buen» prompt (instrucción específica que se entrega a la IA) requiere por cierto de muchas de las habilidades antes señaladas, pero las bondades de la IA que me «ahorrarán» tiempo, probablemente no terminarán con el problema de fondo si no tengo la formación y conocimientos disciplinares para ejecutar y llevar a cabo las tareas en que le solicite su intervención. Si tenemos una población con los índices más bajos de lectura y comprensión de lo que lee, esto será más temprano que tarde un problema más y no la solución que algunos humanos(as) esperan. Se incrementarán las brechas y la desigualdad y probablemente la fábula de «Un mundo feliz» de Aldous Huxley, ya estará a la vuelta de la esquina.
La respuesta que una u otra IA generativa entrega ante un mismo prompt claramente es variada: algunas hacen interpretaciones más concretas y otras más divergentes. Por tanto, es preciso probarlas e ir determinando cual es la más adecuada para las múltiples y diversas tareas que nos propongamos resolver con su intervención. También es preciso considerar que es una tecnología que sigue en desarrollo y su «caja de Pandora” aún no ha sido abierta, al menos no del todo.
Juan Bautista Rodríguez Uribe
Profesor de Artes Visuales
Doctor en Educación
Magíster en Informática Educativa
jbautista@arteced.cl